Hace ya unos días que el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad inició una campaña de concienciación para el uso razonable de los servicios de salud, de la que se han hecho eco los medios de comunicación tanto escritos como audivisuales. La campaña no ha dejado indiferentes a los numerosos blogs sanitarios que aportan sus reflexiones en esta materia. Y es que el buen uso de nuestros recursos sanitarios (¡y de otra índole!) nos atañen a todos. Creemos que es responsabilidad de todos, cada uno desde su lugar, colaborar para que la situación mejore, estamos obligados: los gestores, a gestionar debidamente; los usuarios, todos lo somos en algun momento de nuestra vida, a utilizarlos de forma adecuada y los trabajadores del sistema sanitario, a desempeñar su labor con los mejores criterios disponibles.
Así que desde el lugar que ahora ocupo, como trabajadora sanitaria, se me ocurren algunas cosillas. Nuestra tarea no es fácil: son unas veces la presión asistencial, la falta de tiempo, las diferencias con nuestras jefaturas y otros ingredientes, factores que nos distraen en nuestra labor diaria. Con frecuencia caemos en una espiral de lamentos ante la cantidad de demanda, mucha de ella etiquetada de urgente o indemorable de forma inadecuada, que en absoluto resuelve el problema. Y a veces, también, nuestras decisiones contribuyen a engordar más la pelota. No creo equivocarme si hago alusión a situaciones en las que claudicamos fácil con una derivación al especialista o a la puerta del hospital aún a sabiendas de que no es necesaria, simplemente por hastío o por no desgastar más nuestra paciencia; también me reconozco en este mismo hastío cuando pauto una medicación innecesaria ante un problema de salud leve porque es, simplemente, más sencillo que demorarme en una explicación que justifique mi no intervención frente al paciente. Es en otras ocasiones que solicito una exploración de forma poco reflexiva para parar momentáneamente y, también hay que decirlo, envuelta en el temor de qué pasará si no la pido y luego el devenir del proceso es bien distinto al que mi razonamiento y los datos de que dispongo señalan...Tampoco es extraño solicitar un medio de transporte sanitario sin que exista una razón suficiente que lo justifique, cediendo a la presión del paciente que airado lo reclama, a veces desalentado por el escaso respaldo que encontramos por nuestra propia empresa ante estas situaciones. Dejamos escapar la oportunidad que nos brinda una situación de mal uso del sistema de salud para de forma tan seria como cortés indicárselo al paciente y nos limitamos a poner mala cara, con una atención desabrida ante su demanda, o le atendemos incluso con un exceso de celo transmitiéndole de forma equivocada una sensación de falsa necesidad que alimentará consultas similares por auténticas banalidades mil y una vez que se presenten...
En fin, intentar que este tipo de actuaciones sean las menos entra dentro de nuestras posibilidades; exigir que las cabezas pensantes se esfuercen en buscar soluciones es nuestra obligación, solicitar colaboración a los usuarios es necesario y proponernos no claudicar, guiarnos por nuestros conocimientos y educar en salud es nuestra responsabilidad.